Sri Lanka y primera plantación

Hello Madam!

Este debe ser el saludo que más he escuchado desde que llegué a Sri Lanka. Han sido semanas intensas e interesantísimas. Vine por un objetivo; aprender y conocer plantaciones de té, fábricas y procesos, y por supuesto luego de tres semanas yendo y viniendo ha habido mucho más aprendizaje del que imaginaba más allá del té. Desde hace una semana estoy viajando sola, en tren, ómnibus, tuk tuk (vehículos tipo triciclos muy veloces y prácticos), y he caminado horas para intentar ver y vivir la cultura de la isla. Cada día hay un descubrimiento nuevo. Sri Lanka está ubicada debajo de la India con costas al Océano Índico y Golfo de Mannar. Es en extensión casi tres veces más pequeña que Uruguay y viven 21 millones de personas.

Comencé mi viaje en Galle Fort, un fuerte dentro de la ciudad de Galle en la provincia sur de la isla construido en 1588 por los portugueses y luego acondicionado por holandeses. La pequeña ciudad del fuerte es un trozo de Europa en Sri Lanka; construcciones típicas de la época colonial mezcladas con templos budistas, mezquita e iglesia; una conjunción representativas de la convivencia entre diversas filosofías y religiones que hay en la isla;

A la salida del fuerte se puede ver mejor la verdadera identidad de la población y su día a día. Las estación de tren y de ómnibus, bien cerca entre ellas en todas las ciudades que visité, están repletas de gente, al frente de pequeños puestos de comida típica, de comercios llenos de mercadería (de lo que sea que se venda, siempre es mucho y está apilado), grupos de hombres esperando en las esquinas a algún turista para que viaje en tuk tuk, o para ofrecerle piedras preciosas, puestos de frutas, verduras, snacks fritos, gente y más gente yendo y viniendo. El ambiente es bullicioso, se escuchan bocinas cada segundo porque el tránsito parece no tener reglas para los que venimos de afuera, pero ellos lo manejan a la perfección y con una paciencia y tolerancia admirable. Caminar y recorrer e intentar pasar desapercibido es imposible; “Hello madam”, “Where are you from?”, “How long in Sri Lanka” son las preguntas de orden que más se responden al día. Y si te paras un segundo a mirar un mapa o celular las preguntas se multiplican. Siempre hombres los que consultan, nunca mujeres.

A los dos días de estar en Galle, tomé un tuk tuk (que ya en sí es un viaje /aventura) y fui hacia Handunugoda Tea Estate, plantación de té del tipo low-grown o de llanura. Primero transitamos media hora por una avenida bien cerca de la costa hasta que tomamos una calle a la izquierda y todo cambió; el bullicio se diluyó y ahora estamos entre palmeras repletas de cocos, enredaderas que trepan por los árboles y kilómetros de vegetación tropical rica y abundante. Cada tanto aparecen en el camino mujeres con paraguas para protegerse del sol y casas con el típico porche con tres arcos. En general, incluso en pequeñas ciudades, el verde es abundante y las construcciones están incluídas en la naturaleza y no al revés.

Al bajar del tuk tuk el ruido se reemplazó por pajaritos y las palmeras por plantaciones de té. Caminamos por una callecita entre las plantaciones y llegamos a un salón de té encantador, en el medio de un jardín lleno de flores. Así comenzó la visita a esta plantación de la marca Herman Teas. El nombre alude a su dueño Herman Gunaratne, quien trabajó primero para las plantaciones de los británicos y ahora es dueño de este estate (Sri Lanka fue colonia británica y se independizó totalmente en 1972).

Todo empezó con un Ruby oolong y torta de chocolate. El comienzo fue original; en las visitas más “guionadas” para turistas primero se conoce la fábrica (y a veces plantación) y luego se degusta un té negro del grado BOP (Broken Orange Pekoe). El Ruby oolong es un tipo de té exclusivo de Herman Teas y raro en Sri Lanka, que es famoso por sus tés negros. Las características del oolong (tés con oxidación parcial) varían de acuerdo a la forma de producción y al país que elabora; Taiwan y China son los mayores productores. En el caso de Handunugoda, se recolectan cuidadosamente las hojas tiernas por la mañana y se procesan de noche cuando la temperatura está más baja y el clima más seco. Es un té que se produce en pequeñas cantidades y por encargo. Además de este oolong, el estate produce también el Sapphire Oolong de similar manufactura. La referencias a las piedras preciosas no son causales ya que Sri Lanka tiene grandes yacimientos, especialmente en la zona sur de Ratnapura.

La carta de té de Herman Teas tiene más de treinta tipos de tés y tisana; tés puros, blends con especias y hierbas; entre los que se encuentra el Ceylon Souchong (ahumado), Earl Grey, Silver Needle, Floral Green Tea (té verde con flores de sepalika que se utilizan en la medicina ayurvédica para inducir la calma y tranquilidad), Yogui Tea (mezcla de especias). En toda esta variedad hay dos tés muy originales y únicos en Sri Lanka: el Suicide Blend y el Virgin White Tea. El primero es un té de sabor fuerte con sabor a Brandy que alude al libro escrito por el dueño de la fábrica en el que cuenta historias sobre su experiencia y trabajo en distintas las plantaciones.

El segundo es un tipo de té blanco exclusivo de esta fábrica y según cuenta su dueño, también del mundo. Cada mujer cosechadora debe estar especializada ya que en la cosecha no se pueden tocar los brotes; deben utilizar guantes, tapabocas y gorras, cortar los brotes al amanecer con pequeñas tijeras y dejarlos caer en un recipiente para traspasarlos después a bandejas y secarlos a la luz solar filtrada. Pocos pasos, aunque muy cuidadosos, que resultan en un té con un 10,11 % de antioxidantes. Esta producción artesanal “para evitar que el contacto humano influya en el sabor”, solo permite cosechar 160g diarios por persona, muchísimo menos que una cosecha regular donde se alcanzan por lo menos 20 kilos.
Roshan, el guía que me acompaña, se entusiasma al ver que tomo apuntes y consulto; comenta con orgullo que no utilizan pesticidas ni fertilizantes y que controlan las plagas con árboles frutales que se pueden ver en los alrededores de la plantación. También explica el proceso del té negro y muestra lo cuidadas y conservadas que están las máquinas irlandesas de más de cien años, las mismas que utilizaban cuando aún eran dueños los británicos. También me cuenta que el 15% de los funcionarios del estate viven en los alrededores de la plantación y que tiene “electricidad gratis”. ¡Un beneficio entre tanto sacrificio!

Mientras volvemos a caminar por las plantaciones siento un aroma especial, que no es a té; Roshan me da unas hojas trituradas para que huela y el aroma se intensifica: ¡es canela!; otra planta típica de la provincia del sur que también está en los jardines del estate y se comercializa con la marca Herman.

Mis primeras impresiones a dos días de llegar a la isla también se reflejan en lo que veo en esta plantación: abundancia, riqueza y calma, como el entorno que rodea el estate y escasez, humildad, sacrificio y sonrisas sinceras como las cosechadoras que a esa hora están recolectando las clásicas dos hojitas y el brote para la producción de té negro. Este es el comienzo de mucho aprendizaje, en el aspecto personal, y sobre todo para ver dónde me ubico como consumidora y comunicadora en este mundo del té.

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